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"El niño es el padre del hombre;
y desearía que mis días estén
uno a uno ligados a la piedad natural."

William Wordsworth, "Mi corazón salta"
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EL GUARDIÁN (vídeos)

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MUTARI IN ALITEM

lunes, 21 de mayo de 2012

ASCENSO






ASCENSO












“Y cada peldaño que subía pasaba una eternidad…”

–M. Carmen G.B.-






      Solamente al final, otra vez desde afuera, tengo constancia de que nos habíamos adelantado treinta minutos, íbamos descorriendo las sombras pasillo contra pasillo, escalón tras escalón. Más que miradas, éramos vuelos acantilados que se caían al ras del suelo para volver a subir en diferentes tonalidades: desde el color gris-imán al procedente de los rincones ignotos, sin excepción, hipnotizados como una estatua.


La penumbra contribuía a la confusión entre real e irreal, la penumbra era el sol encargado de equivocar el tiempo. ¿Dónde tengo las llaves?, no sé tampoco cuál es su forma ni de qué material están hechas, hay tramos en los que encuentro jirones de telas blancas y otras azul y algunas que me sorprenden en una esquina y otras que me recuerdan ramas vestidas y otras que se me borran todas sus caras y otras dicen mi nombre. No son más que colores lo que dilata y deforma la habitación de camino a nosotros, lo que veo al pasar mientras en mi cabeza está, como un remolino, el viento zumba que zumba desde aquí para allá. 






 









jueves, 17 de mayo de 2012

EL GUARDIÁN II y III






EL GUARDIÁN




II













      Puertas abiertas y puertas cerradas, es eso lo que les puedo decir pero está vivo. Ahí mismo donde ellos entran, entraba; me decían que tenía que entrar y ocurría, venía andando desde las escaleras, no sé a qué hora pero al anochecer y me dormía, me producía un sueño irreconciliable aquel recinto que olía a piedra, los altos techos aseguraban todo el calor, era seguro que había un mundo porque los techos y las paredes eran tan altos, tan impermeables y tan certeros como los recovecos de la pared del sótano a la capilla.

Era seguro que no podría con el sopor de las letras paradas como los siglos, siempre a mi izquierda, yo jugaba con ellas, les suponía significados que se podían mover, a la espalda quedaba siempre alguien que te veía si se inclinaba la cabeza o puede que sólo fuese el cansancio por el recreo anterior intensamente largo, profundamente húmedo.

Siempre una sucesión imposible fueron todas las horas de todos los días, lo mismo que una lámina eterna que ahonda en la precisión de lo que ahora tengo que recoger como dato o fisura. Incomparablemente ajena a las preguntas, todo se dirimía en pedazos de escenas: desde la espalda de ellos entro directa ahora de la misma manera que se presiente un cuadro, de la misma manera que son imprescindible miles de notas para un acto final, de una manera tal que es necesario ir a afirmar cómo se relacionan los desconchones de la pared con cada uno de los sentidos y entonces cierro los ojos porque me invaden de repente las leyes en el pasillo que no se llamaba así ni de ninguna manera.

Y sucedía con toda clase de detalles el olor del invierno, la luz somnífera de las tardes cuando no es sólo luz porque con todas y cada una de las horas es necesario referirse a montones de veces, por ejemplo el verano, y hay que darse la vuelta de tan distinta que eres que no te puedes reconocer si en los libros te nombran o porque había tardes que te trajeron en sus pliegues otras figuras, todo eso tiene una marca, yo lo llamo betún, yo lo llamo zapatos, después lo simplifico para llamarlo marrón y más lejos voy y es un ensanchamiento y entro de pleno y me tapo el alrededor y ya los ojos son una caja de lápices con la que se creó el arcoíris o la mismísima Creación.







III














      Fueron unos minutos, tres según las fotografías, yo soy una visitante y lo que me conmueve son piedras de un edificio. Me apoyo en la pared mientras bajo, no calculo los ángulos y estropearé la fotografía, hay un silencio completo y algo desconocido que es el olor a humedad, está siendo distinto a como lo temí: sí puedo entrar; pero al llegar abajo no se ve nada y disparo la cámara de lo segura que estoy de que está. Son vínculos en la sangre todo ese silencio, son puentes indestructibles toda la oscuridad, tiene que ser humano aunque no me hablará, nadie llegó después a mejorar su aspecto y se fue transformando, pacientemente: cuando ya nadie pasa por él, cuando arreció la lluvia que entraba por las ventanas, cuando se congeló convertido en recuerdo y lo tengo que abandonar otra vez, llevármelo comprimido como una imagen que después mostraré como el que exhibe un trofeo. Subí a la capilla tan rápido como había bajado guardando bien el secreto de haberlo llevado a la realidad y tuve que acelerarme para volver a ser “una visita”. El sótano y la capilla estaban siempre ligados por la escalera estrecha que ha sido el punto de condensación entre posible e imposible. Del sótano a la capilla distan todos los hechos que hayan podido ocurrir cuando cerré la puerta. De la capilla al sótano es como volver con la mente vacía dispuesta para la noche porque la luz blanca espectacular que irradian los capiteles, el mármol o las columnas lleva siglos convertida en objeto y nadie la puede ya despertar y si se abren sus puertas se puede comprobar que está desaparecida también la explosión de los rayos de sol de las últimas horas de la tarde, los meses que van desde la primavera al verano.




















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domingo, 13 de mayo de 2012

EL GUARDIÁN





EL GUARDIÁN



I














      Aquello que deseé y aquello que temí, en unos cuantos segundos, se fundían con el instante de atravesar las escaleras dulces de color gris antiguo y comenzaba todo a regirse por los horarios bajo los cuales vive El Guardián. No me di cuenta y crucé delante de él sin detenerme a pensar que, a partir de ese umbral, cualquier idea, pensamiento o ficción estarían trazados por un idioma frágil para los ojos del mundo aunque imborrable frente a la oscuridad. Continué un poco más sin poder deshacerme del personaje espectador que había habitado en mí durante muchos años y me sumé al refugio del tumulto de abrigos y cámaras en la capilla, me situé donde estaba la hora: sobre la alfombra roja y rectangular que se veía todas las veces desde el exterior. Era una luz algo más que penumbra y era un susurro de voces que suponían cierta igualdad y tampoco pasaron las cosas que estaban en las fotografías como unos días antes, simplemente delante de un vídeo, sin avisar: los dos dinteles que inauguraban el pasillo de afuera de la capilla, se deslizaban hacia atrás y lo paraba y lo volvía a parar, aquel vídeo, y hacía juegos con la luz que me cerraba o abría los ojos, se desplegaba cada trozo pequeño, minúsculo, lo imaginaba o era quizás un recuerdo pero que no cabía ni en lo que se veía ni en lo que no, era otra cosa. Y sin embargo era verdad, estaba allí, estábamos aunque dispersas, descolocadas y ahora cada pedazo de suelo tenía horarios tan distintos que era preciso, imprescindible o quizás necesario, fotografiarlos para sentarnos luego a atestiguar cada banco, los velos, la somnolencia del invierno o el olor de las flores. Lo que se ve en las fotografías obstaculiza la hendidura real que es el tiempo.


Pero tiró de mí, yo solamente sigo sus pasos, yo solamente me he dejado guiar, yo solo estoy buscando un secreto y tengo todas las puertas de par en par, yo en realidad sólo soy un actor que tiene que descifrar muchas preguntas. Y escapo por la escalera abajo en la dirección del dintel, veo al pasar uno de los fragmentos que se derrumban tanto como se erigen y me doy cuenta de que los puedo fotografiar, solamente segundos y me llevo conmigo otra escalera que ahora no está confusa sino que está delante de mí, sube hacia arriba pero está abajo lo que me llama con su voz de caverna… ahora ya sí: se han desaparecido todos los soles que entraban por las ventanas y me saluda un desconocido del fondo de la pared hecha jirones, del hueco del corazón salen peldaños de flores que todavía huelen, y es verdad, es el 5 de mayo y estoy a dos segundos de entrar a él, son las puertas de El Sótano que siguen tal como estaban, sólo un poco más viejas, solamente deshechas, huele a humedad y saludo.



 















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